Su mamá no podía comprender que, a los catorce años, los chicos tienen mejores cosas en que pensar que en los números. Sin embargo, a pesar de estar castigado, se le había ido el tiempo de encierro en como el agua. Había estado toda la tarde ocupado viendo videos musicales, mandando mensajes a sus amigos, y medio haciendo una redacción de tema libre para su clase de español. Pero ahora, esa roca había llamado su atención y se dirigió hacia la ventana. Sin embargo, no había nadie allá afuera.
Regresó al escritorio del otro lado de la habitación para seguir redactando su historia, pero ya no pudo concentrarse. Se preguntaba si quizá la roca la había arrojado su mejor amigo Joel, pero reflexionó un momento y recordó que él estaba en el chat hablando con él hacia poco de quince minutos, así que no podía ser, aunque Joel era el único que solía aventarle piedritas a la ventana en vez de tocar el timbre. Entonces llamaron a la puerta de su habitación.
-Espero que hayas pensado en lo que pasó con tu examen. Pero por ser la primera vez, te retiro el castigo. Sobre la mesa te dejé algo para que comas, ¿está bien?- Dijo en el umbral de la puerta una señora joven que ahora vestía muy elegante.
-Saldré con tu papá a la reunión de la empresa. Tu abuelo está abajo viendo la televisión, por si necesitas cualquier cosa. Quiero que cenes, te bañes y te acuestes a dormir, porque ya es algo tarde y mañana iremos a visitar a tu tía Susana- Dijo la señora Estela. Pablo hizo una mueca.
-Eh… mamá, ¿no puedo quedarme en casa mañana? Ya estoy grande y no me gustan las reuniones en casa de mi tía Susana- Dijo con flojera - Además, tenía pensado ir a la plaza con Joel y otros amigos-
-Lo siento hijo, somos una familia y tienes que venir con nosotros. Además - La señora Estela besó la frente de Pablo- debemos aprovechar el tiempo que podemos pasar juntos, que tu bien sabes que no son muchos-
El chico asintió con resignación y su madre salió de su habitación. A veces, su mamá lograba convencerlo de manera inexplicable a hacer cosas que no le gustaban hacer para nada.
Pablo Tognazzi tenía todo lo que un joven de su edad podía pedir, estaba en un buen colegio y generalmente sus notas eran buenas. Tenía muchos amigos; era inteligente y bien parecido, Tenía una familia unida, un hermano mayor que estudiaba lejos, por lo que nadie lo molestaba, un perro genial, muchos amigos y una linda chica detrás de él. Salía de viaje por lo menos dos veces al año y tenía los mejores video juegos que cualquier chico envidiaría.
Decidió tomar un descanso antes de continuar con su tarea, además de que no había comido nada desde el almuerzo.
Bajó las escaleras sin hacer ruido. Su abuelo se había quedado dormido en la mecedora de la sala mientras que en la televisión pasaban un documental de insectos raros. Entró en la cocina, tomó un vaso y sirvio las últimas gotas de jugo de uva quedaban en el bote guardado en el refrigerador. Sacó de la alacena una bolsa de frituras y tomó el sándwich que había dejado su mamá en la mesa. Se fue a la sala y se sentó en el sillón más grande, colocó el vaso sobre la mesita y el plato con el sándwich sobre sus piernas y comenzó a meterle las frituras. El ruido de la bolsa hizo que el abuelo hiciera un ruido extraño. Pablo rió entre dientes y comenzó a cenar. Ahora, en la televisión pasaban un documental sobre la mantis religiosa, lo cuál le pareció interesante.
En una clase de ciencias naturales, en la primaria, su profesor les había contado acerca de este insecto y le había causado bastante asco, pero ahora, lo encontraba escalofriante. Terminó su cena y llevó sus trastos a la cocina, tomó de la alacena un paquete de galletas y subió de nuevo a su habitación.
Se tumbó en su cómoda cama y cerró un rato los ojos. De pronto, el sonido del teléfono le hizo pararse como resorte.
-¿Hola? Eh… Johanna- dejó escapar una risa nerviosa. Era la niña que le gustaba del colegio y que él sabía, no le era indiferente.
-Hola Pablo, mañana es mi cumpleaños y haré una fiesta en mi casa-
-¿En serio?, me parece bien ¿a qué hora?-
-A las 11:00 am. Será una fiesta en la alberca. Espero puedas venir-
-Si. Claro que sí. Entonces nos vemos mañana a las 11:00am-
-De acuerdo. Cuídate-
-Sí, tu también-
-¡Ay no!- dijo para sí Pablo- Olvidé la reunión en casa de mi tía. Miró a su alrededor tratando de pensar en alguna manera de ir a la fiesta de Johanna. Sus ojos se enfocaron en su escritorio.
La pantalla de su computadora tenía escrito apenas dos renglones y medio acerca de un corredor de fórmula uno y ya se le habían acabado las ideas. Entonces se le ocurrió que mejor podía hacer una especie de autorretrato, así que comenzó a narrar su vida.
“Pablo Tognazzi es un joven de catorce años muy afortunado, tiene todo lo que cualquier chico de su edad deseaba tener…“
Plas!, de repente, a habitación se iluminó por completo, Pablo no podía ver nada. Le zumbaban los oídos y le ardían los ojos. Entonces comenzó a sentir un fuerte cosquilleo en las manos que pronto se propagó por todo el cuerpo. Pablo no sabía que era lo que ocurría y del impacto ni siquiera podía hablar, ni moverse, ni nada.
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La luz se fue atenuando pero Pablo aún no podía distinguir nada, ya no estaba sentado en la silla frente a la computadora, y un aire frío comenzó a entumirle las piernas. Comenzaron a escucharse distintos sonidos al mismo tiempo y no podía distinguir de qué se trataba. A Pablo le dio la sensación de que ya no estaba en su habitación. Comenzó a aparecer bruma por doquier y las imágenes que empezaban a verse ahora eran borrosas. Los sonidos se intensificaban pero le era imposible descifrar de qué se trataba.
Un fuerte golpe en la cabeza hizo que se girara mientras se frotaba la cabeza por el dolor. Entonces, vio a una anciana que en su vida había visto. Pablo estaba convencido de que definitivamente ya no estaba en su habitación y estaba tan desconcertado que su rostro no mostró expresión alguna al ver a la anciana que ahora le miraba muy seriamente.
-¿Quién eres?- Le dijo la mujer de cabellos blancos recogidos con un moño detrás de la cabeza.
Pablo estaba atónito, sin embargo, ahora sentía su cuerpo como siempre, sano y sin cosquilleos.
-¿Sabes quien eres?- Preguntó nuevamente la anciana, acercándose despacio al chico.
Entonces Pablo, con asombro, vio que no se trataba de una anciana común y corriente. La mujer le llegaba a la cintura y no movía los labios. Pero sus ojos estaban fijos en los suyos y sabía que debía contestar.
-Eh, yo, eh, yo so, soy Pablo, señora. Pablo Tognazzi- Dijo con nerviosismo.
-Y ¿Quién es Pablo Tognazzi?- preguntó la anciana sin mover los labios.
Pablo dudó antes de responder. Tenía muchas dudas y estaba muy confundido. Pero era evidente que la anciana quería saber más.
-Yo, señora. Tengo catorce años y estaba en mi casa, haciendo una tarea para mi clase de español en la computadora cuando de repente, no sé que pasó, hubo una luz muy fuerte y…- ¿Qué necesitas?- interrumpió la anciana.
“¿Qué necesitas?”. Pablo se asustó por la repentina interrupción de la anciana, pero se quedó pensando un momento. ¿Qué necesitaba?, en realidad no necesitaba nada, tenía todo lo que quería- Creo que nada, señora.- Mmm, ya veo- La anciana sacó una especie de paraguas y la puso sobre sus cabezas, tomó a Pablo del brazo y de pronto, todo se volvio oscuro.
Pablo escuchó muchos sonidos nuevamente y no pudo distinguir mas que uno, que le alegró y estremeció el corazón al mismo tiempo, y fue la voz, entre otro montón de voces, de Joel.
-¡Joel!, ¡Jo…!- Comenzó a gritar, pero entonces un fuerte destello, parecido al que había habido en su habitación lo cegó de repente,
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-Muy bien Pablo Tognazzi, si no necesitas nada, entonces te quedarás aquí. Descansa. Mañana, Cristal vendrá por ti-
Pablo no pudo ver nuevamente a la anciana que le sujetaba el brazo, puesto que lo soltó antes de que recobrara la visibilidad. Ahora, más que nunca, estaba totalmente desconcertado. ¿Como había llegado a aquel lugar?, ¿Qué era aquel lugar?, ¿Quién era aquella anciana?, y los ruidos y ¿Por qué escuchó la voz de Joel? ¿Quién era Cristal? Y… ante sus ojos apareció una hermosa habitación blanca. Todo en ella era blanco. Aquel lugar era mejor que cualquier hotel que hubiera visitado antes.
Pablo se acercó a la mesita blanca a lado de la enorme cama de sábanas blancas, atraído por lo único que había en esa habitación que no era blanco y le hizo sentir alivio al darse cuenta que no estaba mal de la vista. Era una nota escrita con letras grises que decía “Pablo Tognazzi: catorce años y…”. Pablo giro el papel para ver si había algo más escrito pero no había nada. Se sentó sobre la cama con el papel en la mano y volvio a leer en voz alta: “Pablo Tognazzi: catorce años y…”. De pronto todo se volvio más oscuro pero aún así, podía distinguir que seguía en el mismo lugar y, a diferencia de la primera vez, no se escuchaba nada.
“Pablo Tognazzi: catorce años y…”¿Y?- Pensó de repente Pablo- ¡El era más que eso! Tenía una historia. Un pasado y un futuro. Pensó que quizá solo estaba soñando, que pronto despertaría, así que decidió no pensar en nada, en cualquier momento despertaría y ya.
-Esto es un disparate, es solo un ridículo sueño.-Se recostó en la cama y se dio cuenta que era la más cómoda en la que jamás hubiera estado- Estoy cansado. Pronto acabará y mañana iré a la fiesta con mis amigos- Reflexionó un momento y corrigió.- Iré a la casa de mi tía Susana con mis papás y todo será igual de aburrido como siempre. Terminaré mi trabajo y…- Se quedó dormido.
-¡No! - gritó, mientras sentía como caída en un abismo negro- esto debe ser también un sueño, no, debo despertar- sintió como las veces anteriores una luz cegadora, la cual iba cediendo conforme abría los ojos, aun sentía como latía rápidamente su corazón por el tremendo susto que se había llevado, cuando por fin logró aclarar su visión, observo que seguía en la fantasiosa recámara blanca, y estaba tumbado sobre la cama con dosel; se incorporó y miró hacia su derecha, recorrió lentamente con la mirada toda la habitación y frente a sus ojos apareció una gran puerta… -¿amarilla?, ¿qué significa todo esto?- pensó - Cuando había estado ahí la primera vez estaba tan asombrado que no recordaba a ver visto ninguna puerta y menos de color amarilla. Se aproximó a la puerta y quiso tomar la perilla, pero la puerta se abrió de repente…
Él sintió como si hubiera alguna fuerza que le jalara hacia atrás -Hola, Pablo. Mi nombre es Cristal- Le dijo una hermosa señora vestida de blanco, con cabello largo y de negro intenso -Aparentemente aún no sabes que necesitas, ¿verdad?- dijo sonriente - De ser así, no estarías todavía aquí.
-Realmente no sé a que se refiera. Solo quiero irme de aquí- Pablo en verdad estaba muy confundido, no tenia idea de donde estaba, y por alguna razón extraña añoraba estar en casa de su tía Susana, ver a sus 18 gatos rodeándolo y ronroneando, llenándolo de pelos.
-Tal vez mi mamá esta preocupada, no debe saber donde estoy. Ni siquiera yo sé donde estoy- Dijo tratando de obtener un poco de información por parte de la señora que en esos momentos estaba parada frente a un enorme espejo de madera con detallitos brillantes en los bordes.
-Acércate Pablo, dime que es lo que ves- La señora se hizo a un lado y dio espacio para que mirara.
-A mí, señora- Podía ver frente a sí a un muchacho alto, de cabello castaño, ojos grandes y negros, y labios rosas, y delgado. Justo como se recordaba antes de aparecer en aquel lugar.
-Observa con cuidado- Insistió Cristal. Ante sus ojos, vio como cambiaba de color todo su cuerpo, su ropa, su cabello y su blanca tez se volvían completamente gris.
-¡Qué!- Gritó horrorizado, se quitó del espejo y comprobó que sus brazos y sus ropas eran de color gris. -¿Qué es esto?- Pablo comenzó a lanzar manotazos al aire, como un histérico- ¿De qué se trata? No entiendo nada, quienes son ustedes, porqué me hacen esto, quiero…-
-Tranquilo, déjame explicarte todo- Le dijo Cristal, tomándolo de la mano y sentándolo en una silla, que apareció como por arte de magia-
El muchacho respiró profundo y trato de tranquilizarse.
No puedo decirte el nombre de este lugar, pero tú descubrirás su nombre poco a poco, después de pasar un tiempo aquí-
-¿Qué dices?, ¿qué aún no me voy?- Se levantó de la silla pero ahora lo hizo sentarse la fuerza de una mano invisible. -Cristal esperó a que el chico se calmara un poco y continuó.
-Si Dufer te trajo hasta aquí, debe ser porque algo tienes que aprender. Para hacerlo, deberás visitar las tres habitaciones primarias, en cada una de ellas encontrarás lo que necesitas para entrar a la siguiente, y te acercarás a la salida. No será fácil, ni puedo decirte lo que en cada habitación vas a encontrar. Las habitaciones son distintas para cada persona que entra, así que tienes que estar pendiente de cada uno de tus pensamientos, en ellos encontrarás las respuestas-
Pablo estaba todavía más confundido que al principio, pero estaba tranquilo y escuchaba con atención.
- De ti depende cuanto tiempo permanezcas en cada habitación y que tan rápido puedas regresar a donde tanto quieres ir- Solo quiero ir a casa, Cristal- Dijo Pablo casi pidiendo clemencia. -Lo sé, pero si estás aquí es solo por tu causa, tu llamaste a Dufer-
-¡Yo no llamé a nadie!, estaba en mi casa y de pronto… una luz y…- ¿Recuerdas lo que estabas haciendo antes de que apareciera la luz?- Preguntó Cristal, como si ya conociera la respuesta.- Si- dijo tratando de revivir el momento en su cabeza- estaba escribiendo mi autorretrato, pero…- Entonces, te he dicho ya las reglas.
- Extendió la mano de Pablo frente a ella, y colocó unas cápsulas amarillas en su mano gris- Tienes que enterrar una de estas capsulas dentro de la maseta que está en el armario, regar la planta y esperar a que broten de la planta un capullo; deberás escoger uno con cuidado que capsula vas a plantar, deberás abrir el capullo y tomar de ahí una llave con un cordón amarillo. Con la llave, podrás entrar a la primera habitación primaria, que esta cruzando aquella puerta amarilla- Dijo, señalando la puerta, que empezaba a desaparecer.-No te preocupes, en cuanto tengas la llave, la puesta volverá a aparecer. Mucha suerte- Y sin más Cristal se esfumó.
Pablo observó un momento las cápsulas y se quedó pensando en lo que tenía que hacer. Era un procedimiento curioso para obtener una llave, pero él era un chico listo. Tenía que ver el trasfondo de su prueba, abrir el armario, enterrar en la maseta una de las tres semillas que Cristal le había dado, regarla, esperar a que creciera y encontrar en un capullo una llave con cordón amarillo; abrir la puerta y pasar a la primera habitación.
Entonces reparó en algunos detalles, Cristal no le había dicho: como sabría que cápsula escoger, cuanto tiempo tardaría en crecer la planta ni cuantas veces debía regarla. Tampoco había dicho que pasaba si se equivocaba de capsula y abría el capullo que no era.
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Pablo observó con detenimiento las tres capsulitas que tenía en su mano, eran completamente iguales, así que pensó que no importaría cual escogiera, no había manera de saber cual era la indicada.
Alzó la mirada y vio justo frente a sus ojos que apareció un pequeño pozo de marfil, quizá de un metro de diámetro, con una soga de color blanco de donde estaba sujeta una pequeña vasija de marfil. Pablo supuso que de ahí debía tomar el agua para regar la planta.
Esto era realmente sencillo. Se acercó al armario y leyó lo que decía entre las dos puertas: “TODO en el universo es único pero NADA se parece a NADA, porque NADA forma parte de TODO”.
Pablo se quedó pensando un momento en ello, y volvio a mirar las capsulas y repitió en voz alta: “TODO en el universo es único pero NADA se parece a NADA, porque NADA forma parte de TODO”. De pronto se dio cuenta que las capsulas no eran tan perfectas, tenía protuberancias y hendiduras. Se sentó en el piso y las acomodó, de manera que logró unir las capsulas, protuberancia con hendidura y formó un triangulo. Entonces, supo que era lo que tenía que hacer, abrió el armario y encontró una pequeña maseta. Cavó un huequito no muy profundo y colocó el triángulo de capsulas.
Cristal le había dicho que debía escoger solo una, pero él sabía que todo era uno solo, así que al unir las tres capsulas estaba formando una sola. Tapó con un poco de tierra el triángulo y se incorporó. Se acercó al pozo, tomó la vasija de marfil y con cuidado la lanzó hacia lo profundo. Sintió tocar el fondo, movio un poco la soga y tiró de ella para sacar el agua. Esto no le exigió mucho esfuerzo. Tomó la vasija y la acercó a la maseta, pero antes de que derramara el agua sobre esta, una voz le causó un sobresalto que hizo que derramara el agua sobre sí mismo.
-Deberías enterrar más las capsulas, pequeño- Le dijo una dulce voz de anciana al oído a Pablo. Este volteó inmediatamente pero no vio a nadie -Si las dejas así- prosiguió la voz -al ponerles agua, volverán a salir a la superficie-
-Qui..quie, ¿Quién eres?- Tartamudeó Pablo viendo hacia todas partes- Solo has lo que te digo-
Pablo, totalmente desconcertado, desenterró las capsulas, agrandó el hoyo y las enterró aún más. Las cubrió nuevamente con la tierra y sacó agua con la vasija de marfil. En esta ocasión, a Pablo le costó trabajo sacar la misma cantidad de agua que la primera vez, pero creyó que era debido únicamente por sus nervios.
Derramó el agua sobre la maseta y vio como se tambaleó la tierra en esta. - ¡Más agua chico, más agua!- Ahora, era la voz de un hombre de edad media, pero en esta ocasión, Pablo identificó la voz de su papá, por lo que le dio un salto el corazón, ¿qué hacía su papá ahí, acaso todo esto se trataba de una broma?- ¿Papá, eres tú?-¿Qué esperas, Pablo? ¡Más agua!- Pablo busco con la miada alguna señal de donde podría estar su padre, pero al escuchar nuevamente su voz, se levantó de inmediato y lanzó la vasija al pozo y tiro de ella nuevamente para sacar más agua.
Esta vez, fue evidente que la fuerza que tenía que ejercer era mucho mayor a la de las veces anteriores.
Con dificultad, Pablo acercó la vasija a la maseta que, para su sorpresa, había aumentado de tamaño, y derramó sobre ella el agua.
Observó inmóvil la maseta unos cuantos segundos, antes de que la tierra volviera a moverse y dejara ver una pequeña raíz amarilla.
-Vamos Pablo, lo estás haciendo muy bien, solo que necesita más agua- Reconoció enseguida la voz de su tía Susana, incluso, le pareció escuchar el ronroneo de alguno de sus gatos.
Por cuarta ocasión, se acercó al pozo y sacó agua con la vasija. Contrabajo podía sujetar la vasija con agua y sentía que las piernas se le iban a quebrar por el peso. Dejó caer el agua sobre la maseta y vio como crecían pequeñas hojas amarillas en el delgado tallo que ahora se elevaba.
-Vaya, vaya Pablo. Eres bueno con la jardinería, ¿eh? Solo que tu plantita necesita más agua. Así que te recomendaría que arrojaras la vasija nuevamente al pozo- Pablo esbozó una ligera sonrisa, no escuchaba a su hermano desde el verano pasado y, a pesar de que nunca se habían llevado muy bien, su hermano siempre lo había ayudado a salir de apuros.
Arrastró la vasija y con todas sus fuerzas la lanzó al pozo y tiró de ella hasta lograr sacarla. Con dificultad extrema, la acercó a la maseta, que había crecido tanto que le llegaba por encima de su cintura. Derramó por quinta ocasión el agua sobre la maseta y por fin vio como brotaban pequeños capullos en las esquinas de las ramas.
-Bien, es hora de nacer. Escoge bien el capullo que debes seguir- El corazón de Pablo se agitó con fuerza al escuchar la voz de su madre. ¿Hora de nacer? ¿Capullo a seguir?
Pablo vio como crecían frente a sus narices catorce capullos amarillos. Todos tenían algo especial, números, letras, o dibujos sin algún significado aparente, pero a Pablo le llamó la atención un capullo en especial, uno que tenía escrita un 10:23 p.m. Pablo recordó que cuando regresó a su computadora, para continuar con su tarea, el reloj del monitor indicaba las 10:13 p.m. a lo mejor, ese era el capullo indicado.
Pablo acercó su mano a el para abrirlo, pero lo invadió un sentimiento de tristeza que no podía comprender. Parecía que los capullos lloraran cada vez que pasaba sus manos sobre ellos.
Entonces se le ocurrió una locura. Tomó la planta por el tallo, tiró de ella con fuerza y la desplantó. La colocó dentro de la vasija y con cuidado y mucha dificultad, la puso en el fondo del pozo. Enseguida, comenzó a hurgar dentro del hoyo vacío que había dejado la planta y para ello tuvo que impulsarse con fuerza hacia dentro de la maseta.
La voz de la anciana, su padre, su tía, su hermano y de su madre se hicieron escuchar con más fuerza que en cada una de sus intervenciones y le pedían que devolviera la planta a la maseta.
-¡Pero que estás haciendo, chico tonto!-
-¿Por qué nunca obedeces? ¿Tan difícil te es seguir una indicación?- Le gritaba su padre una y otra vez
-¡Lo sabía!, ni siquiera puedes con la jardinería, no sé que piensas que va a ser de ti en la vida- Le decía su hermano entre carcajadas.
-Que desilusionada me tienes, Pablo- Decía con histeria su madre.
Pero no los escuchaba, su instinto le indicaba que debía cavar dentro de la maseta para encontrar la llave. Y buscó y buscó. Las voces cesaron. Y Pablo revolvio la tierra de la maseta una y otra vez.
Después de algún tiempo, Pablo se despegó de la maseta y se detuvo a mirar la planta y para su sorpresa, vio que esta había crecido lo suficiente y había sacado uno de sus capullos fuera del pozo. Sin pensarlo más, Pablo tomó el capullo y leyó lo que en él estaba escrito en voz alta:
-“Eres dueño de tus decisiones, los caminos no están escritos y los consejos solo son puntos de vista”- El capullo se abrió poco a poco en las manos de Pablo y vio como salía de él una pequeña llave con un cordón amarillo.
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Estaba feliz y se sentía satisfecho con lo que había logrado, tomó la llave sin pensarlo y la observó con detenimiento. Era una llave común y corriente, sin nada en especial, al menos, en comparación con otras llaves que había visto. Entonces escuchó un chasquido y la puerta amarilla apareció en el mismo lugar que la primera vez. Se acercó con paso firme hacia ella, introdujo la llave en la ranura y abrió sin ningún esfuerzo la puerta. Para su sorpresa, al cruzar el umbral, se vio en una recámara idéntica a la que había estado unos cuantos minutos antes, sólo que esta habitación era amarilla totalmente. Se percató de que él también había cambiado de color; el era de color amarillo con todas las tonalidades combinables con el gris.
Un sonido chispeante hizo que girara su mirada hacia una de las esquinas de la habitación y vio la misma cabellera negra y larga que había visto anteriormente. Sintió alivio y se aproximó a ella.
-Cristal. No seguí todas las indicaciones que me diste pero… ¿Cristal?- La dama de cabello oscuro lo volteó a ver a los ojos y Pablo calló al instante. La mujer no se movía y su rostro no tenía ninguna expresión
-¿Hola?- Dijo Pablo sin mover ni un solo miembro de su cuerpo.
-Hola. Tu debes ser Pablo, ¿cierto?- La mujer se había comenzado a mover como si nada, como si segundos antes hubiese estado congelada.
-Sí, Cristal ¿acaso no me recuerdas?- Dijo Pablo con extrañeza.- Nos acabamos de ver hace una hora o menos.
La señora rió brevemente -No lo creo. Mi nombre es Ámbar y estoy segura de que jamás te he visto, pero bueno. Dufer me envió para decirle a un niño lo que tenía que hacer aquí y tu debes ser ese niño-
-¡Ya no soy un niño!- Protestó inmediatamente Pablo. Estaba cansado de que lo llamaran niño. La adolescencia ya se manifestaba en todo su cuerpo y le parecía injusto que lo siguieran llamando y tratando como un niño.
-¡Ah!, con que no eres un niño ya, según tu ¿no? Y dime ¿en qué te basas para hacer tal afirmación?- Dijo Ámbar de manera retadora.
Pablo dudó un momento. Trató de recordar algo que validara su madurez.
-Soy independiente para muchas cosas. No necesito ayuda de nadie para resolver mis asuntos- Dijo Pablo, tratando de creerse lo que decía.
-¡Vaya!, así que no necesitas de nadie ¿eh?. Bueno, si eso dices, es lo que es. Así que yo no tengo nada más que hacer aquí-
-¡No, espera!- gritó Pablo. Pero fue inútil, con otro chasquido, Ámbar había desaparecido de la habitación y no le había dicho lo que tenía que hacer.
-¡Qué tonto soy! No debí ser tan grosero con ella- Pablo se acercó a la cama y se dejó caer.
-¡Auch!- La cama estaba más sólida que una tabla -Vaya que las apariencias engañan- Dijo para sí mientras se tallaba la cabeza.-Creo que ahora tendré que esperar a que regrese Ámbar, tiene que volver. Dufer, quien quiera que sea, le ordenó indicarme lo que tenía que hacer y no lo hizo. Seguro tiene que regresar-
Se quedó sentado sobre la cama mirando hacia todos lados esperando ver algo diferente a lo que había en la otra habitación, algo que le indicara que era lo que tenía que hacer para pasar a la siguiente habitación. Pero no había nada, además del color amarillo en todo, que pudiera darle pista alguna. Miró sus dedos amarillentos con cuidado, tratando de no pensar en nada y con la esperanza de que Ámbar apareciera pronto. Pensó en cuál podría ser su siguiente reto, y trató de hallar alguna respuesta en lo que había hecho en la habitación pasada que pudiese ayudarlo a pasar a la siguiente.
Pablo estuvo sentado sobre la dura cama hasta que sintió que se quedaba sin trasero. Había pasado una eternidad y no había ocurrido nada. Todo seguía igual y ni siquiera había escuchado nada, por más que se había esforzado en agudizar sus oídos. Cansado, se puso de pie y comenzó a caminar de un lado a otro con desesperación. -Necesito salir de aquí, en verdad, eso necesito.- Sentía estar al borde de la locura y la incertidumbre comenzaba a calarle la razón. - ¡Dufer, por favor. Necesito salir de aquí!-
Ya no sabía lo que hacía. Repasó una y otra vez la conversación que había tenido con Ámbar, tratando de recordar algo que ella le hubiera podido decir entre líneas, alguna frase, alguna palabra…
-¡Ámbar, necesito de tu ayuda, por favor regresa!- Dijo Pablo con resignación. Odiaba admitir sus errores y más, frente a alguien que le había retado, pero esa era la realidad. Necesitaba de la ayuda de Ámbar. Una risa resonó en toda la habitación.
-¿Necesitas de mi ayuda? ¿No que no necesitas de nadie para resolver tus asuntos? Bueno, éste es un asunto únicamente tuyo. No necesitas ni de mí ni de nadie- Dijo la voz burlona de Ámbar por todas partes.
-No, perdón Ámbar, no quise ser tan descortés. Discúlpame- Dijo Pablo sinceramente.- Ayúdame, por favor. Te prometo seguir todas las indicaciones que me des, pero por favor…
- Veo que tus palabras realmente dicen lo que tu corazón siente, pero no se trata de sumisión. Vas muy bien Pablo, solo tienes que confiar más en ti y dejarte guiar. Veo que has recurrido a la humildad. Eso es algo que tienen todas las personas maduras y por ello, mereces otra oportunidad.
Lo que tienes que hacer, es muy sencillo. En el techo de la habitación, aparecerá un agujero. Deberás entrar en él y vas a llegar a otra dimensión, ahí deberás buscar una piedra con forma de cacahuate. Al levantarla, darás cinco pasos hacia atrás y aparecerá un árbol, del cual tendrás que cortar siete manzanas y morder cada una de ellas para encontrar una palabra clave, esa palabra te dará la llave para llegar a la siguiente habitación.
Sin embargo, todas tus acciones, buenas y malas, traen consigo consecuencias. El tiempo no se detiene ni vuelve atrás por nadie y tú has dejado que se vaya. Ahora, tendrás que afrontar las consecuencias de tu desatinada decisión de esperar a que los demás resuelvan tus problemas. Ese tiempo perdido y esas enseñanzas no aprendidas serán la carga que llevarás encima en tu siguiente prueba. Mucha suerte-
Pablo no dijo nada. Su cerebro trataba de asimilar todo lo que tenia que hacer y repasaba mentalmente lo que haría para no olvidar detalle alguno. Entonces, justo debajo de su cabeza, apareció un agujero, y las puertas del armario, donde había estado la maseta en la habitación anterior, se abrieron, dejando ver una magnífica escalera dorada dentro de sí.
-Será sencillo- Pensó. Tomó la escalera del armario y la abrió en forma de “A” justo debajo del agujero. Pablo puso el pié derecho sobre el primer escalón y sintió como si, de pronto, trajera sobre sus hombros su mochila escolar con un par de libros. Inmediatamente, miró tras de sí y, para su sorpresa, no había nada.
-“…el tiempo perdido y esas enseñanzas no aprendidas serán la carga que llevarás encima en tu siguiente prueba” Supongo que a esto se refería Ámbar- Dio un resoplido y puso el pié izquierdo sobre el otro y tuvo la sensación de que otros tres libros habían llegado a la mochila imaginaria que llevaba detrás de sus hombros.
Para cuando llegó al último de los seis escalones, sentía poco más de una quincena de libros a sus espaldas y que la columna vertebral se le iba a partir en dos. Entonces se asomó en el agujero y vio en un tupido bosque. Como pudo, se incorporó en este nuevo escenario. Y miró boquiabierto la magnitud del bosque y la descomunal altura de los árboles que lo conformaban. “…deberás buscar una piedra con forma de cacahuate. Al levantarla, darás cinco pasos hacia atrás y aparecerá un árbol, del cual tendrás que cortar siete manzanas y morder cada una de ellas para encontrar una palabra clave”.
Se encorvó un poco y sintió más el peso de los libros imaginarios que llevaba detrás. Comenzó a buscar la roca con forma de cacahuate y a esquivar los árboles y pequeños helechos a su alrededor. Era complicado encontrar la piedra puesto a que, debido a la poca luz que entraba de entre los enormes árboles todas parecían similares. Sin embargo, un resplandor a lo lejos llamó su atención y le facilitó la tarea. Pablo se desplazó a como pudo por entre los frondosos troncos y llegó a donde había visto el resplandor.
Una pequeña roca dorada, con forma de cacahuate, yacía en uno de los pocos claros de luz de aquel bosque. Pablo la tomó y la observó con cuidado. Aquella roca más bien parecía un cacahuate bañado en oro. Pero no hubo más tiempo para reflexionar. El suelo se comenzó a sacudir bruscamente y recordó que debía dar cinco pasos atrás. Con dificultad, comenzó a retroceder mientras que sus ojos no daban crédito a lo que veía. Los monumentales árboles se movían y hacían crecer el claro de luz en donde había estado la piedra dorada. De la nada, un hermoso árbol dorado apareció en aquel espacioso lugar. Se acercó poco a poco y vio unas enormes manzanas rojas que colgaban de las ramas repletas de hojas del mismo magnífico dorado que el tronco del árbol.
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-Siete manzanas- Se dijo a sí mismo Pablo. Estiró el brazo a como pudo y tomó la primera manzana. La mordió y sintió el mejor sabor que su lengua hubiera probado. En el espacio ahora sin cáscara, Pablo encontró un pequeño medallón dorado con la letra “T” grabada. Pablo la guardó con dificultad en uno de los bolsillos de su pantalón y se estiró para tomar otra manzana. Esta vez, la manzana era menos apetitosa que la otra, su color era un poco más opaco. Mordió y su sabor también era diferente, pero encontró una medalla similar a la primera, solo que ahora tenía la letra “I”.
Una tercera manzana aún menos agraciada probó Pablo y encontró un medallón con la letra “D”.
Para la cuarta manzana, Pablo tenía el estomago revuelto. La apariencia de esta manzana era más bien putrefacta. Sin embargo, Pablo la mordió y encontró un medallón con la letra “U”. Pablo ya no quería tomar la siguiente pero le inquietó un ligero sacudón en donde estaba parado; así que sin pensarlo más, tomó una quinta manzana, cerró los ojos y, esperando sentir el peor sabor, la mordió. Para su sorpresa, ésta no sabía tan mal, aunque no era tan buena como la primera. Se guardó el medallón con la letra “C”.
Escuchó unos ruidos extraños a sus espaldas y volteó a ver hacia todas partes, pero no vio nada. Tomó una quinta manzana y, a pesar de ser igual de apetitosa que la primera, casi vomita al ver un gusano salir de ella. Sin otro remedio, la mordió y sacó el medallón con la letra “A”.
Un estruendoso ruido lo hizo girar nuevamente, y escuchó el sonido muchos caballos a galope y que cada vez se acercaban más. Lo invadió un miedo inexplicable y se volvió hacia el árbol. Con total desconcierto, vio como todas las manzanas se habían podrido. Casi a la fuerza, Pablo tomó una última manzana, tan blanda y obscura que tuvo que reunir toda su fuerza de voluntad para morderla. Arrogó al piso el asqueroso pedazo que había mordido, pero no encontró nada en la manzana como las veces anteriores.
Entonces, el ruido de los caballos estaba casi en sus oídos. Desesperado, volvió a morder la manzana y esperó a que apareciera la medalla, pero no ocurrió nada. Arrojó nuevamente el pedazo mordido y volvió darle un bocado a la manzana y nada apareció. Pero antes de que pudiera arrogar el trozo. Pablo se vio rodeado por más de un centenar caballeros encapuchados montados sobre caballos negros, todos idénticos. Uno de ellos se acercó, con todo y caballo, hasta donde estaba Pablo. Era el único que no llevaba capucha, era un hombre joven, de apariencia ruda y de rasgos obscuros. Pablo estaba inmóvil. Dejó caer la manzana al suelo y observó cada movimiento del caballero frente a él.
-¿Quién sos vos? ¿Por qué coméis del árbol de la felicidad?- Dijo el caballero con voz fuerte y firme.
Pablo no dijo nada. Ese espléndido árbol tenía nombre “de la felicidad”. Estaba muerto de miedo y sentía no tener control de nada de si.
-¡Contestad! O es que acaso me retáis- Exclamó de pronto el caballero.
Pablo intentó calmarse un poco y se acomodó el trozo de manzana que tenía en la boca para poder hablar.-Mi nombre es Pablo, señor. Estoy aquí únicamente para cumplir una prueba- ¿Qué clase de prueba? ¿Quién os envió?-
Pablo no tenía ni la menor idea. En realidad, no sabía en donde estaba ni en donde había estado en los últimos dos días.
-No sé bien quien me envió, señor. Sólo sé que tengo que pasar esta prueba para encontrar lo que necesito-
-Ahora entiendo. ¿Creéis que el árbol de la felicidad os dirá lo que necesitáis?- El caballero se quedó inmóvil una fracción de minutos y luego lanzó una carcajada que hizo que a Pablo le dolieran los oídos -Muchacho inepto, este árbol sólo da respuesta a quienes saben lo que quieren. A los que saben donde pisan y lo que necesitan. ¿Sabes que necesitáis? -
Pablo en realidad no sabía. Pero tenía muy claro la razón de las pruebas.-Si, y lo que necesito es saber que tengo que hacer para salir de aquí-
-Ya veo. Entonces ya debéis haber obtenido alguna respuesta del árbol- Dijo el caballero inspeccionando a Pablo de pies a cabeza con la mirada y detuvo los ojos en el bolsillo de los pantalones amarillos de Pablo.
-¿Cuál es la respuesta? Ahí la tienes- Dijo, señalando el bolsillo
Pablo no sabía si debía confiar en aquel hombre.-Vamos hijo, ¿cuál es la respuesta?-insistió el caballero como si supiera que Pablo aún no había descubierto la respuesta.
-No sé a que se refiere, señor- Dijo Pablo. Los demás caballeros empezaban a inquietarse.
-No seáis ridículo muchacho. Mascáis ese trozo de manzana que tenéis en la boca y decidme ya cuál es la respuesta- Dijo el caballero con un gesto amenazador. Pero Pablo no se movió
-¡Mascáis, muchacho tonto!- Exigió el caballero. Pablo seguía inmóvil pero comenzó a mascar despacio el trozo de manzana putrefacta y sintió un el metal entre los dientes.
-Bien. Nos vamos entendiendo. Ahora decidme, ¿cuál es el mensaje?-
Pablo no tuvo más remedio que sacarse de la boca una medalla con la letra “T”. Recordó las letras anteriores y dijo en voz alta: “TIDUCAT”
-Eso me dijeron las manzanas, TIDUCAT- Dijo Pablo analizando la palabra.
-¿Eso creéis? Quizá debéis ordenar las pistas. A veces, las respuestas son más obvias de lo que vos creéis, solo debéis poner atención- Dijo el caballero, con el gesto más amable que hasta entonces Pablo había podido ver, a pesar de sus facciones tan bruscas.
Pablo metió la mano en su bolsillo y sacó todas las medallitas, pero al levantar nuevamente la mirada, el caballero ni los demás, estaban. La tierra comenzó a moverse nuevamente y Pablo tuvo la sensación de caer al vacío.
Con el puño cerrado, sintió como su cuerpo caía más rápido por el peso agregado a su cuerpo de los libros imaginarios que llevaba a sus espaldas. Veía todo borroso y en tonos verdosos. Inclusive, su cuerpo se empezaba a tornar verdosos. Pero no sentía miedo. Analizó nuevamente la palabra “TIDUCAT”. Las ordenó de nuevo: “CATIDUT”
Y de pronto lo tuvo- ¡ACTITUD!- Sonrió tan ampliamente como el golpeteo del aire en su rostro le permitió y dijo mientras su voz se perdía en el aire que golpeaba sus oídos por la velocidad en la que caía.
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Entonces se detuvo. Justo a unos centímetros del suelo y descendió lentamente sobre un suelo azul. Todo a su alrededor era azul. Estaba en la siguiente habitación. Pablo abrió su mano derecha, donde había llevado los medallones y vio que ahora solo tenía un papelito que decía: “Es esencial para alcanzar la felicidad”.
Pablo se percató de que ya no era de color amarillo, ni gris. Ahora su cuerpo era azul. La habitación era la misma que en las veces anteriores. Salvo un pequeño detalle, el lugar no tenía techo, estaba totalmente despejado y millones de estrellas centellaban sobre su cabeza. Estuvo muchos minutos observando aquella maravillosa visión sin pensar en nada, estaba absorto. Cuando bajo la cabeza vio que un rostro muy familiar sonreía frente a él, el mismo que había visto en dos habitaciones atrás.
-Creí que jamás bajarías la mirada. Hola, mi nombre es Zafiro, y seré tu guía para la próxima prueba- Dijo la hermosa mujer con un bello vestido vaporoso color azul que hacía juego con el resto de la habitación. En esta ocasión, la cabellera negra y ondulada estaba recogida con una mariposa azul a un costado; la mujer era verdaderamente encantadora.
-¿Y de qué tratará mi siguiente prueba?-
-Nuestra siguiente prueba. Es muy sencillo, solo tienes que seguirme- Su voz tan pasiva le inspiraba confianza a pesar de acabar de conocerla.-Sígueme-
Pero de pronto desapareció y solo quedó en el aire la pequeña mariposa azul.
-¡Hey espera, Zafiro!. No te…- Tranquilo, aquí estoy. Ahora, sígueme.
La mariposa se metió debajo de la cama, Pablo se arrodilló y asomó la cabeza. Sus ojos no daban crédito a lo que veía.
-¡Hey, Pablo. Avienta la pelota!- Pablo parpadeó varias veces. Había regresado y estaba en la fiesta de Johanna.
-Que sueño tan extraño. No recuerdo nada- pensó.
-¡Vamos, hombre, la pelota!- Se giró y pudo ver a Joel llamándole desde la alberca agitando un brazo y señalando la pelota que estaba frente a él.
Arrojó la pelota totalmente desconcertado.
-Pablo, gracias por venir- Johanna se acercó y le dio un beso en la mejilla.
-Puedes tomar lo que gustes- Dijo señalando una mesa llena de comida que Pablo miró con interés. A pesar de que no recordaba haber comido nada en dos días, no sintió la necesidad ni las ganas de comer nada.
De pronto la pelota golpeó su cabeza y este, al girarse para arrojarla de donde provenía, quedó cegado por un fuerte rayo de luz azul.
En seguida, se empezaron a escuchar gritos por todas partes, pero todos habían desaparecido. Pablo miraba con desesperación intentando explicarse lo que ocurría. El agua de la alberca, que se había tornado de un tono más intenso, ahora se desbordaba inundando todo alrededor.
Entonces pudo distinguir entre los ruidos y gritos la voz de Johanna como si le hablara al oído:
-Sumérgete y llega al centro. Ayúdame-
El cielo se tornó gris y todos los colores a su alrededor se opacaron. Pablo estaba paralizado; en sus oídos se escuchaba el eco de la voz de Johanna. Pero no podía moverse.
Fue entonces cuando apareció como por arte de magia, la pequeña mariposa de color azul brillante frente a él. Dio un par de vueltas formando un ocho en el aire, sobre su cabeza
-¡Infinito!- Fue lo primero que llegó a la mente de Pablo al alzar la cabeza, y de pronto salió de su estado de shock. Sin tener muy claro lo que tenía que hacer, comenzó a avanzar hacia donde estaba la alberca, arrastrando los pies con dificultad entre el agua, que ahora empezaba a alcanzarle las rodillas. Sin previo aviso cayó de pronto a lo profundo, había caído en la alberca. Desesperado por salir y tomar aire, lanzaba brazadas sin conseguir avanzar ni un centímetro, pero se dio cuenta de que no se quedaba sin aire. Estaba respirando. Entornó sus ojos y miró como los dedos de sus manos se habían arrugado, como si llevara horas debajo del agua, que ahora se veía clara y tranquila, como si estuviera debajo de un manantial cristalino.
-¿Qué es esto? Cielos, ¡quiero salir de esta pesadilla demente!- Pero una voz interrumpió su pensamiento.
-Aquí, en el centro. Ven pronto- La voz de Johanna que antes había sonado asustada e histérica, ahora le llamaba juguetonamente. Un montón de burbujas brotaron de lo profundo del agua, indicando la dirección que Pablo debía seguir
Casi sin pensarlo, se dirigió hacia el lugar de donde provenían las burbujas, pero mientras más se acercaba su respiración iba haciéndose más dificultosa.
A Pablo le pareció haber nadado más de cinco minutos y aún no llegaba al lugar, se estaba quedando sin aire, pero la voz de Johanna lo tenía hipnotizado.
-Vamos Pablo, te estoy esperando, ven- Y él seguía nadando hacia abajo, hasta que por fin encontró una especie de tapón gigante en el piso de la alberca. Instintivamente, comenzó a tirar de la cadena que colgaba de este y sin mucho esfuerzo este cedió. Pablo reaccionó demasiado tarde.
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El agua de la alberca se empezó a arremolinar y a escapar por el enorme hoyo que Pablo acababa de destapar, sin embargo él no se movía. Escuchó de nuevo la voz de Johanna provenir del hoyo y sintió que debía ir hacia allá, pero sentía que su respiración sería totalmente nula si lo hacía. Trató de acercarse y el remolino lo arrojó hacia el otro lado de la alberca. Volvió a respirar con facilidad y se acercó al hoyo, pero algo le decía que no debía ir hacia allá, tenía la sensación de que era una trampa. A pesar de esa sensación, continuó avanzando. Pero ya no escuchaba más la voz de Johanna. Un poco desconcertado, vio que se acercaba Joel nadando hacia él.
-¡Joel!, escuché a Johanna pidiendo ayuda. ¡Me estaba llamando!- Le dijo a su amigo con agitación.-Si, lo sé, pero tienes que salir de aquí, en poco tiempo te quedarás sin oxigeno –
-No importa, algo le sucede y voy a ir a buscarla- Pablo no pensaba en otra cosa que ir hacia Johanna.
-Entonces voy contigo- y comenzó a nadar en la misma dirección que su amigo.
Pablo no sabía de donde había salido Joel, pero no importaba, parecía no tener otra cosa en la cabeza más que atravesar el remolino y encontrar del otro lado a Johanna. Llegó a donde el agua se arremolinaba y miró hacia atrás, pero no vio a Joel, lo busco con la vista con insistencia, pero al ver que no estaba se arrojó hacia el remolino. En esta ocasión, fue devorado por la fuerte corriente de agua. Sintió como su cuerpo era golpeado por todos lados y sin más, cayó en el pasto.
-¿¡Pasto!?- Miró hacia todos lados y la escena que vio lo llenó de coraje, desconcierto y tristeza.
Estaban de nuevo en la fiesta, parecía que nada había pasado, la pelota que le habían arrojado antes de que todo se pusiera raro seguía en el suelo; la mesa llena de comida, y Joel tomado de la mano de Johanna, a quien ahora estaba besando.
Estaba aturdido. No escuchaba nada y no podía quitar sus ojos de ese cuadro de traición que le había caído como piedra en el estómago. Una mariposa azul le hizo apartar la vista, revoloteó frente a él y luego se posó en la cabeza de Johanna, que al instante miró a Pablo, mientras que Joel le acariciaba el rostro. Le sonrió, le dio un beso cariñoso a Joel y se acercó a la mesa repleta de comida. Joel se volteó y miró a su amigo, completamente paralizado.
-¡Pablo! Donde te habías metido, creímos que no vendrías. ¿Adivina qué? ¡Johanna acepto ser mi novia! ¿Puedes creerlo?-
Joel era unos cuantos centímetros mas bajo que Pablo, su cabello rubio rizado resaltaba el color avellana de sus ojos. Un montón de pecas le poblaban la cara y a pesar de no ser tan atractivo como su amigo, era bastante simpático. Ahora, sonreía de oreja a oreja.
-Hey, hombre ¿estás bien?- Joel se acercó a Pablo, quien le propinó un buen golpe en la cara tan pronto lo tuvo cerca.
-¡Demonios! ¡¿Qué pasa contigo, te has vuelto loco?! Me rompiste la nariz- Dijo Joel llevándose las manos a la cara y mirando la sangre en sus manos de la nariz rota.
-¡Como pudiste! ¡Soy el peor estúpido por haberte creído mi amigo, cretino!- Pablo, cálmate, ¿de que hablas? Creí que te alegrarías! Estabas de acuerdo, hasta me diste la idea de llegarle hoy, en su fiesta.
-¡No es cierto! Maldito mentiroso, tu embaucaste a Johanna sabiendo que yo estaba enamorado de ella. Confié en ti, te conté lo que hacíamos, te platiqué de nuestras salidas, de que pensaba declarármele en la fiesta de hoy. Eres un mugroso traidor- y golpeándole el hombro al pasar se dirigió a la salida de la casa de Johanna.
-¡Oye, Pablo, espera, las cosas no fueron así! Yo nunca te he traicionado ¿Qué te sucede?- lo tomó del brazo y este lo lanzó al pasto.
-¡No quiero saber nada de ninguno de los dos!- Joel tendido en el pasto, le metió el pie como último recurso y Pablo tropezó. Con el hígado hinchado, se paró y se fue contra Joel, pero este logró sujetarle la mano antes de que esta aterrizara de nuevo en su cara y lo jaló hacia el suelo.
-¡Rayos, cálmate! No se te pasa, parece que fueras otro- Entonces se acercó a ellos Johanna. – ¿Estas bien Joel? ¡Cielos, Pablo! ¿Qué ocurre contigo? ¡No puedo creer que le hayas pegado a tu mejor amigo!- Johanna miraba a Pablo como si este fuera un monstruo.
Se sentía avergonzado. En realidad no recordaba nada de lo que Joel le había dicho. ¿y si era verdad? ¿y si él no había escuchado a su amigo, de la misma manera en que él siempre lo hacía? ¡Acababa de golpear a su mejor amigo en más de ocho años! Y en todo caso, ¿valía la pena hacer tal show por algo así?
Tendido en el suelo, se sintió miserable y completamente arrepentido del espectáculo que había montado. No sabía que decir. Se sentía insignificante y veía como Joel estaba ensangrentado y adolorido y con todo, estaba a su lado. Aún cuando este le dio un fuerte golpe, no había ido a golpearlo también.
Entonces apareció la misma pequeña mariposa azul, y volvió a hacer un ocho en el aire. Pablo siguió su trayectoria y repitió “infinito”
Poc! Todo se obscureció.
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Pablo aún continuaba acostado. Abrió poco a poco los ojos y todo era rojo. Había logrado pasar a la siguiente habitación.
-Pero ¿cómo? No he hecho nada bien en la habitación pasada- dijo para sí.
-Yo no estaría tan segura, Pablo- Una voz en el lado izquierdo de la cama le hizo girar la cabeza bruscamente.
El mismo rostro y el mismo hermoso cabello de la mujer de las tres ocasiones anteriores, lucía ahora un bonito vestido rojo, que hacía juego con todo a su alrededor.
-Me tocó el nombre de Rubí. Al parecer lograste llegar hasta aquí porque cumpliste con tu prueba pasada. Seguro que algo aprendiste. Pero bueno, mi deber ahora es mostrarte tu siguiente prueba-
Sus ojos aún no se acostumbraban a la luz. Pero escucho con atención.
-Bien, en esta prueba tu mente hará todo el trabajo por ti, pero no te confíes. Ahora debo irme, si me necesitas, nómbrame- Le dedicó una dulce sonrisa y se desvaneció como si fuera de agua.
Ahí, tumbado en la cama y con los ojos entre cerrados, vio algo que le hizo entornar los ojos al instante. Había un espejo en lo ancho del techo. De pronto se sobresaltó. Estaba llegando a casa de la tía Susana, sus papás caminaban delante de él, podía verle las espaldas, sentir el viento y la irregularidad de los adoquines que formaban el sendero. Era como si estuviera dentro de un juego de realidad virtual. Pensó en su regordeta tía detrás de la puerta de fina madera tallada, con el labial rosa pálido esperando marcarle toda la cara al estrecharlo con fuerza y llenarle la ropa de pelos de gato. Se resistió a seguir imaginando. No quería entrar ahí.
Para su sorpresa, las imágenes de sus padres siguieron avanzando, pero él se había quedado aparentemente inmóvil, como si se controlara con los pensamientos.
Pensó en dirigirse a sus papás e intentó mover el brazo para atraer su atención y vio con horror que aquella cosa reflejada en el espejo y que estaba en su lugar se movía como una asquerosa gelatina.
-¡No puede ser!- Pensó Pablo. Se había convertido en una cosa indefinida. Se dio cuenta de que no tenía boca, por lo que no generaba ninguna clase de sonido, solo podía mirar.
Se dio la vuelta totalmente desconcertado. No podía permitir que sus padres lo vieran así. No sabía se ese era su aspecto real. Intentó incorporarse, pero se sintió sujeto por un imán invisible a la cama, no podía mover ni un músculo. Entonces comprendió que tenía que resolver su situación con la mente.
Se ordenó girar hacia la calle, lejos del alcance de cualquier persona, pero la voz de su madre, tan real y cercana como la última vez que la había escuchado en su habitación antes de todo este disparate, le llamó.
-¡De prisa! Saluda a tu tía Sussy- Pablo miró en dirección a su madre, pero esta no lo estaba observando. Así que cruzó la cerca y comenzó a caminar hacia la izquierda de una calle que de pronto desconoció casi por completo. Pensó en no detenerse hasta llegar a un lugar seguro para mirar cual era realmente su aspecto.
A pesar de no poderse mover, sentía como su corazón agitado le golpeaba el pecho y bombeaba demasiada sangre a su cabeza. Pensó en correr, para llegar cuanto antes a donde quiera que se dirigiese y entonces reparó en que estaba a millones de kilómetros de su casa, puesto que su tía vivía en otra ciudad. Pero siguió corriendo.
-Hey, Tognazzi, que rayos te pasó ¿eh? Das asco- escuchó la voz de dos chicos de la escuela. Pero no se detuvo a mirarlos.
-¡Necesito ayuda! A donde voy, a donde voy- pensaba repetidamente.
Una mano de pronto salió de un arbusto y lo jaló hacia el jardín de una hermosa casa blanca en la esquina de la calle
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-¿Joel?, ¿qué haces aquí? ¿Qué ocurre, puedes ver mi aspecto?- pero ningún sonido se emitió, en su lugar se escuchó algo similar a un gorgoreo intestinal.
Joel le hizo una seña con la mano de que no hiciera ruido y de que lo siguiera hacia la casa.
Pero Pablo se rehusó; se acordó de lo que había ocurrido con Johanna y de que su amigo lo había traicionado, ¿y si lo hacía de nuevo?
Pablo sintió como si el fango comenzara a nublarle la visibilidad. Joel, mientras tanto, lo esperaba con impaciencia y le hacia señas de que lo siguiera. A Pablo se le figuró ver al niño Joel invitándolo a su casa por primera vez a jugar con los carritos.
-Que tontería, ¡es mi mejor amigo!- Y se aproximó a Joel. Este lo condujo hasta el interior de la casa blanca, totalmente impecable; el mármol blanco en el suelo era lo primero que saltaba a la vista. Entonces reparó en sus pies. Ya no estaban cubiertos de esa cosa gelatinosa. Además, había recobrado la visibilidad que se había afectado momentáneamente. Pablo supo que era porque había reaccionado de manera adecuada a la situación.
-De eso se trata, esta es la prueba- Pensó. Atravesó con Joel el recibidor y llegaron a la sala de estar. Sonó el timbre a sus espaldas y Joel corrió a la puerta para ver de quien se trataba, pero la puerta se abrió al instante y no le dio tiempo de decir nada.
-Pablo está contigo, los vi entrar a la casa- La señora Estela estaba parada en el recibidor de la casa y su esposo le seguía los pasos. Joel no dijo nada.
-Disculpa, Joel. Pero Pablo ha andado tan rebelde últimamente- y pasaron a la sala de estar en donde Pablo había presenciado toda la escena sin moverse ni un solo centímetro.
-¡Estas todo sucio! ¿qué has estado haciendo, eh? Con razón saliste huyendo de casa de tu tía, que vergüenza- Y miró a su marido esperando apoyo.
Pablo sentía que esa cosa fangosa se le empezaba a escurrir por las piernas de nuevo.
-Estoy muy decepcionado de ti, muchacho. Tanto que nos hemos esforzado por hacer de ti alguien de bien pero…- Pablo intentó hablar, pero fue en vano.
Su madre lanzó un grito de terror y miró a Pablo como si fuese una repugnante cucaracha.
-Joel, disculpa, la puerta estaba abierta y ¡Ah, ¿qué es eso?!- Johanna acababa de entrar hasta la sala de estar y ahora estaba parada a la derecha de la señora Estela con la misma expresión de asco en su rostro.
-Joel, ¿puedes explicarme que ocurre?- pero este solo se limitó a encogerse de brazos, se dirigió a Johanna y se la llevó a la cocina, le dirigió a su amigo una fugaz mirada y desapareció de su vista.
Pablo estaba petrificado, se sentía incapaz de moverse y no sabía que hacer. No sabía que pasaba. Sabía que su cuerpo estaba cubierto de una cosa asquerosa, sin embargo, todos podían reconocerle. No se sentía nada bien. Sabía que no estaba haciendo las cosas bien.
Durante toda su vida había cubierto las expectativas de sus padres, desde pequeño había ido a la escuela que sus padres habían escogido para su hermano y ahora querían que él siguiera sus pasos. Cada verano iba a clases de todo tipo de actividades deportivas. A los 7 años lo habían obligado a aprender a tocar piano, cuando lo único que él quería era salir a montar bicicleta con Joel y sus demás amigos. A los 9 jugaba en el equipo de béisbol de la comunidad. Ahora, era capitán del equipo de fútbol en su escuela, presidente de la sociedad de alumnos y sus notas siempre habían sido buenas. Pero ahora, lleno de fango gelatinoso, no parecía nada de lo que era antes. A pesar de todo, Pablo no se sentía feliz. Su padre siempre había estado sumergido en su empresa y su mundo de negocios, su madre, en su afán de hacer de él una excelente persona lo había hecho hacer cosas que no le agradaban, como el piano. Su hermano siempre estaba a la expectativa en lo que pudiera fallar para echarle en cara que no era nadie a pesar de todo.
Joel, su mejor amigo, era el único que había estado realmente a su lado en las buenas y en las malas, y a pesar de ello, había perdido el control y lo había golpeado por una chica que solo era un gusto pasajero para él.
Mientras pensaba en lo vanal que había sido la mayor parte de su vida, sus padres continuaban diciéndole lo mucho que se apenaban de ver su estado, de lo infelices que les hacía tener un hijo tan mediocre e irresponsable como él y de cómo nunca sería y mucho menos superaría a su hermano mayor.
Pablo no podía moverse, ya no podía pensar en nada y sentía como su cuerpo se comenzaba a paralizar, mientras que su visión se nublaba.
-Joel, ¡Joel, ayúdame!- era en lo único que podía pensar. Se sentía afectado por lo que sus padres le decían y no podía quitarse de la mente la expresión de asco de Johanna al verlo.
-Que pena me das, eres de verdad una vergüenza. No puedo creer en lo que te has convertido. Mírate. Nunca creí verte así, no puedo llamarte mi hijo. – Decían una y otra vez sus padres
Pero entonces reaccionó. No había hecho nada como para que sus padres hablaran así de él. No era lo que ellos decían, nunca los había contradicho y todo el tiempo hacía meritos para estar bien con ellos. Pero las voces no cesaban y no eran las mismas.
Se escuchó a si mismo pronunciar las mismas palabras. Era cierto, nunca se había sentido conforme con lo que hacía. Se avergonzaba de no ser responsable de sus decisiones y de su vida. Siempre se había esforzado por lo que los demás deseaban de él y no por lo que él quería de si mismo. Esa era la prueba. Ahora ya no escuchaba nada, pero sus padres seguían frente a él moviendo los labios incesantemente pero no podía escucharlos.
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-¡Ya entendí la prueba! ahora ¿qué tengo que hacer? ¡Rubí, ayúdame!- Pensó, pero no apareció. Sin embargo. Joel salió de la cocina con un par de guantes en las manos, cargando un cubo de agua y un estropajo, y los dejó enfrente de él y regresó a la cocina.
Pablo entendió que tenía que limpiarse él solo, pero no podía moverse. Recordó que todo estaba en su mente. Pensó en levantar el estropajo y sumergirlo en el cubo de agua, pero nada de eso ocurrió.
Se esforzó en vano un montón de veces en mover las cosas con el pensamiento, pero todo seguía igual.
Las voces de sus padres que se habían apagado, comenzaban a hacerse escuchar gradualmente hasta sentir sus voces en los tímpanos.
-¡El peor error que he cometido es no haberme hecho responsable de mis decisiones y de mis actos; sé que ustedes hacen lo mejor por educarme y me han dado todas las herramientas necesarias, y sin embargo, no he sido capaz de crear mi propio destino y ni siquiera una visión de mi mismo! No sé quien soy realmente y ahora, sé que necesito saberlo-
El cubo de agua explotó de pronto y comenzó a salir tanta agua que era evidente que no podía estar contenida toda dentro del pequeño cubo. Pablo ya no tenia esa cosa gelatinosa, pero todo seguía como si nada hubiese pasado, sus padres seguían gritándole y Johanna en la cocina. Miró los trocitos de cubo esparcidos por el suelo de mármol y reparó en el estropajo.
Se agachó a recogerlo y al hacerlo, vio que había dejado una mancha roja en el suelo. Pablo volvió a agacharse y comenzó a tallar el piso, decidido como si algo le indicara que era lo que tenia que hacer. Talló y talló, entonces se dio cuenta de que podía borrar ese entorno tan confuso. Llegó a los pies de su papá y talló sus lustrados zapatos con el estropajo. Para su sorpresa, estos comenzaron a desvanecerse como si fuese solo un holograma.
Pasó el estropajo por los pies de su mamá y ocurrió exactamente lo mismo. Continuó haciéndolo hasta que logró hacer una ventana en el suelo de color rojo, en el lugar en donde habían estado parados sus papás y al asomarse, pudo verse tendido sobre la cama con la cara inexpresiva y sin ninguna anomalía en su cuerpo, salvo el rojo de su piel. Entonces comprendió que jamás se había movido y mucho menos mutado en algo raro, simplemente estaba viendo el reflejo de lo mal que se sentía con él mismo. Sonrío ligeramente de manera inconciente y siguió limpiando su entorno. Sin darse cuenta volvió a ver lo rojo de la habitación y el techo, que antes reflejaba una fantasía frustrantemente real, ahora parecía de concreto color rojo.
Seguía tendido en la cama. Movió los dedos de sus manos y sus piernas para asegurarse de que ya no estaba inmóvil. Estaba contento, y a pesar de que aún no recuperaba todos sus colores, había superado la prueba. Sintió el impulso de llamar a Rubí, saltar de la cama y buscar salir de ahí, pero decidió reflexionar un momento.
Intentó recordar las palabras que le había dicho en un principio Cristal, al llegar a la habitación blanca: “…algo tienes que aprender. Deberás visitar tres habitaciones, en cada una encontrarás lo que necesitas para entrar a la siguiente, y te acercarás a la salida. Las habitaciones son distintas para cada persona que entra”. Entonces no era él único que había estado allí. Se preguntaba si alguien más había logrado salir de ese mundo o cualquier cosa que esto fuera.
“…así que tienes que estar pendiente de cada uno de tus pensamientos, en ellos encontrarás las respuestas”. Y era verdad. Todas las respuestas a cada una de las pruebas las había resuelto con sus pensamientos, y aunque había recibido ayuda externa, sabía que formaba parte del plan. Las personas a nuestro alrededor siempre influyen en nuestras vidas, desde un comentario hasta toda una vida; por más que queramos, no podemos estar aislados y lo que ocurre en nuestro entorno nos afecta.
Las cuatro pruebas por las que había pasado, habían dejado enseñanzas importantes que él desconocía o que ignoraba por completo; tomar sus propias decisiones y aprender a escuchar consejos; las actitudes que tiene frente a la vida y consecuencias de sus actos; como manejar sus impulsos y pasiones sin que estos lo traicionaran y sus valores y la imagen que tenía de él mismo.
Todo había estado siempre en su mente, simplemente no lo había descubierto.
-¡Vaya! y ¿tenía que pasar por todo esto para darme cuenta?- de pronto se sintió avergonzado de su propia pregunta.
-¡Rubí! Ya encontré lo que necesitaba saber. ¿Dónde estás?- Se incorporó bruscamente y buscó con los ojos por toda la habitación. Al girar la cabeza y dejarla de nuevo en su ángulo normal, vio con un sobresalto que Joel estaba a su lado, con una sonrisa de oreja a oreja.
-Muy bien, Pablo- Dijo Joel con voz de mujer. Brotaron chispas de colores de su cabello que lo cubrieron por completo hasta dejar ver a Rubí; radiante con su vestido rojo, mientras continuaba – Haz logrado superar la última prueba. Ahora solo depende de ti salir de aquí. Felicidades- y sin decir ni una sola palabra más desapareció con los mismos destellos con los que se había transformado hacía unos segundos.
A pesar de la repentina desaparición de Rubí, se sintió tranquilo, observó con fascinación las últimas chispas, y tomó una de ellas en su mano –Necesito ir a casa para vivir mi vida-
Instantáneamente se sintió cansado y se dejó caer sobre la cama y entró en un sueño profundo.
-Dufer, ¿quién es Dufer? Anda Pablo, se hace tarde- La señora Estela movía frenéticamente el brazo de su hijo.
-Mira nada más, ¡te quedaste dormido sobre el teclado!- Somnoliento, Pablo abrió con dificultad los ojos y miró a su madre con desconcierto. Sólo había sido un sueño, el más raro y vivido que jamás hubiera tenido.
La señora Estela salió de la recámara pero antes de cerrar la puerta se dirigió a su hijo –Por cierto, hablé con una chica de tu escuela, dice que dará una fiesta y espera verte ahí. La fiesta es a las 11:00am, y Joel está abajo con Darla esperándote para ir, al parecer se gustan- Dijo con picardía -así que yo que tú me daba prisa- y con una sonrisita tierna, cerró la puerta.
Pablo se talló los ojos y se percató de que la computadora seguía encendida. Prendió el monitor y vio la hora, el reloj acababa de cambiar a 10:47 y la fecha delataba que no había pasado más de 15 horas en cualquier otro lugar.
Puso atención a la barra de tareas y vio que aún continuaba abierto el archivo de su autorretrato. Menuda sorpresa se llevó al abrir la ventana y ver que su tarea estaba concluida. Al final, escrito con letras pequeñitas de colores firmaba Dufer, en ti.
Pablo guardo el archivo. Sabía que no solo había concluido su tarea sino que también estaba listo para aplicar lo aprendido. No sabía si era un sueño lo que había tenido pero ya no le interesaba saberlo. Estaba preparado para vivir y aprender a descubrirse cada día.
Fin!!
2 comentarios:
Aun no lo termino de leer pero me quedé interesada!!!!
Aunque presiento que esto se dirige a la búsqueda de identidad.
ME esta gustando.
Me gusto bastante!! Debo decir que tienes dotes para escribir cuentos, lo iba a leer en dos partes pero me atrapo la lectura y lo lei de jalón!!
Si bien como dice Prudence es cuestión de la busqueda de identidad, también le vi una mezcla de paz interior, el aprendizaje para ser mejor persona!!
A mi me gusta mucho la fantasía y tengo un cuento llamado Toby en el valle de los muertos que tiene mucha similitud a este cuento, me saco de onda eso pero sin duda le dedicaste mucho más que lo que yo al mio!!
Tanto las habitaciones como las formulas para salir adelante me parecieron muy originales!!
Felicidades, que buen cuento!!
Definitivamente seguiré pasando!!
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