Hace poco más de dos años era un manojo de fracaso en las relaciones sentimentales y estaba más que convencida de que había algo malo conmigo (enfermedad de lo más frecuente, sobre todo en las mujeres): no lograba mantener una relación que durara más de dos meses: todo iba bien
y de pronto, nada más no. Las razones eran sencillas, las intenciones de ellos nunca eran las mismas que las mías, ya se imaginarán... y mientras perdía mi tiempo sin querer con gente que a pesar de todo, me enseñaron a ser mejor en todos los aspectos, apareció en mi vida Fernando.
En el tercer mes de otoño lo conocí en un toquín (concierto de rock) y no se parecía en nada físicamente a mi "prototipo" de hombre, además, no iba con intenciones de conocer a nadie, pero se dió la casualidad de que él conocía a Gaby, amiga mía que me había acompañado y ella nos presentó. Fernando ya conocía a varias de mis amigas, de hecho, a él le llamaba la atención Sandra, una de mis amigas (cosa de la que me enteré tiempo después).
Ese día no pasó nada extraordinario, salvo tres detalles que me llamaron la atención: 1.- Él se puso a protejerme de los chavos que hacían slam por donde estaba con Diana (otra amiga), y yo, para que no nos golpearan. 2.- A pesar de que me acababa de conocer, se ofreció a llevarme a mi casa junto con mis demás amigos. 3.- Cuando fuimos al estacionamiento, al pasar por árboles llenos de pájaros, nos cayó un lluvia de cacas, y de las 6 personas que íbamos, sólo a él y a mi nos cagaron los pájaros XD (ya sé que eso le pasa a cualquiera, ¡pero a mí nunca me había pasado!) Fue la última vez que lo vi...
Comencé otra mala relación poco después y, como las anteriores, no duró mucho. Para "curarme" decidí salir con Diana, y distraerme un rato. Diana se detuvo de pronto y saludó a aquel muchacho altísimo a quien no recordaba: sin embargo, Fernando sí se acordaba de mí. No pasó a más, sin embargo y gracias a ese encuentro, Fer nos invitó a mis amigas y a mí a salir, pronto intercambiamos correos. Empezaba Febrero, las clases nuevamente en la universidad y una nueva vida convencida de que no era el momento de volver a enamorarse. Pero la vida tenía otros planes.
Conocí con varias personas y salí a distintos lugares con mis amigos, a veces iba Fernando y mis amigas de la uni y a veces iba con amigos de la prepa que me presentaban a más personas; pero una noche, mientras estaba escribiendo el diario, me descubrí pensando en Fernando: en sus conversaciones, en su buena compañía, en sus labios... algo ya no estaba bien.
Fernando era el típico muchacho penoso a morir que se ocultaba en la plática irrelevante y la simpática. Lo maravilloso ocurría cada que estaba conmigo, era como conocerle a través de lo que decía y como lo decía; me descubrí a mí misma siendo descubierta y fue entonces que me dí cuenta de que él era el indicado para intentar volver a enamorarme. Pero ¿cómo proceder?
Decirle a un hombre lo que sientes por él puede ser contraproducente y ya había tenido la mala experiencia, y esperarlo resultaba aún peor.
Tres días después me admití que me gustaba Fernando y mucho, y en un arraque de euforia, se los admití a mis amigas al final de una función de cine. Obvio, ellas hicieron lo que las amigas saben hacer mejor: evidenciar lo más pronto posible tus sentimientos hacia otra persona frente a ella. En este caso resultó positivo.
Continuamos frecuentándonos y cada vez la atención hacia mí por parte de él (y mía) era más personal. Él se ponía nervioso y eso me daba seguridad, definitivamente no le era indiferente. Iba bien. Llegó marzo y con el una serie de eventos afortunados en mi vida: el trabajo en la radio, los viajes con mis amigos, las salidas casi diarias con Fernando. Hasta que un miércoles, fue a la universidad y fuimos junto con mis amigos a Sanborns a tomar café, curiosamente, nos sentamos juntos, sí que platicamos casi tooooda la tarde. Me enseñó una canción de Peteco Carbajal ("Sofía es") pero no se me hizo extraño porque él ya me había contado de esa canción. Al salir se ofreció a llevarme a mi casa y claro que estuve de acuerdo. Llegamos y cual típica película gringa, me despedí, abrí la puerta del carro y antes de que me bajara, me llamó, me extendió la mano y me dió otro papelito doblado y me pidió que lo leyera en mi casa; me despedí de él y fue lo primero que hice tan pronto crucé la puerta.
Era un poema singular que al final me pedía, metafóricamente, ser su novia (quise creer). Al día siguiente, Fer fue a la universidad para instalarle un programa a mi lap y cual destino caprichoso, nos cagó un pájaro a los dos (¿señales?), encontré en su USB el poema y, tod nerviosa, le pregunté que si que onda con el poema, él sólo se sonrojó y me dijo que era verdad... ¡pero no me dijo más! Al día siguiente, el fue a mi casa, pero como ya estaba entrada la noche, no se atrevió a tocar el timbre y después de pasar 20 minutos afuera, decidió irse.
El sábado de esa misma semana, debuté en radio y mientras conducía, mis amigas me llamaron para advertirme que tenía que ir a la fiesta a la que Fer estaba a punto de invitarme (amigas a fin de cuentas). Efectivamente, Fer llamó 2 minutos después para invitarme a una fiesta en el rancho de un amigo en la noche, donde ib a tocar una banda e iban a acampar. Después de hacerme la difícil, me convenció de ir y 3 horas después iba camino al rancho con Fernando y otros amigos míos y suyos. -¡Fer te va a llegar hoy!- me dijeron Diana y Dilcia emocionadas. Ese día vi por primera vez las luciérnagas, bailé con Fernando y tuve unas ganas enormes de besarlo. Pero no sucedió, ni lo besé, ni él me dijo nada.
LLegó el domingo y como todos, fui a desayunar con mis abuelitos. Fui al cine con mis papás a ver "El camino a la felicidad" de Will Smith cuando sonó mi teléfono: Fer preguntando como estaba y que hacía, apenado por haber interrumpido mi película dijo que llamaría más tarde. Llamó exactamente una hora después y yo seguía en el cine, se disculpó y me preguntó que si podía ir a mi casa después, porque estaba en casa de sus primos y quería venir a verme. Yo le dije que sí y que saldría del cine como en media hora.
Media hora después estaba en Wal Mart cuando sonó por tercera vez el teléfono: sabía cuál era la razón de sus llamadas y podía presentir que estaba planeando. Quedé de avisarle cuando estuviera en mi casa y así lo hice. Cinco minutos después de haberle mandado un mensaje, él tocó el timbre y me hizo salir. Después de dos melodías, las cuerdas de su guitarra me tenían atontada, emocionada y nerviosa que cuando él hizo (por fin) la pregunta, yo me quedé muda y 15 segundos después le contesté "Tú que crees". Sí se convirtió en el boleto para los siguientes días llenos de felicidad.
Ahora sé, dos años después, que sólo me he enamorado una vez y ha sido de él; que el destino siempre me estuvo reservando algo mejor y lo que aparecía en mi vida me prepararon para ser la persona que ahora se encuentra a su lado, la persona que me hace ser mejor cada día, cada día sentirme más viva.